MARTÍN FIZ SUFRE POR EL PUEBLO SAHARAUI


Triunfo argelino en el Maratón del Sahara.

-A pesar de los dolores por una lesión, termina el Maratón en novena posición.
-La Navarra Maitane Chueca gana en la prueba femenina.
Tindouf (Argelia)-. Los atletas argelinos coparon las primeras posiciones de la novena edición del Maratón del Sahara, celebrado en los campamentos saharauis de Tindouf (Argelia). El triunfo absoluto fue a parar a manos de Zaian Abderraman Zarag con un crono de 2.46.13, quien aprovechó el trabajo de sus compatriotas argelinos que impusieron un ritmo demoledor para rematar en los últimos kilómetros camino de Smara.
El gran protagonista de esta edición ha sido, sin lugar a dudas, el doble campeón del Mundo Martín Fiz, quien se sumó a esta prueba para reivindicar la causa saharaui. El atleta vitoriano llegaba al Sahara con un problema muscular y tenía dudas sobre su rendimiento, pero a pesar de ello aguantó en cabeza de carrera durante los primeros 15 kilómetros. A partir de ese momento los dolores casi le impedían andar, pero sacó todo su pundonor para seguir en carrera y llegar a meta en el noveno lugar: "En cualquier otra carrera me hubiera retirado de inmediato, pero aquí no podía hacerlo. He venido a correr para el pueblo saharaui y por su causa y no podía abandonarles. Cualquier dolor es mínimo ante el sufrimiento de todo un pueblo".
Otro español, el murciano Emilio Pérez Marín, consiguió subir al podio del Maratón e incluso estuvo disputando el sprint al argelino segundo clasificado, Habala Zuber. Los argelinos también coparon el podio de la media maratón, con el gallego José Manuel Corral en la séptima posición.
Donde le fue mejor a la amplia delegación española fue en la categoría femenina, en la que se impuso con claridad la navarra de Arbizu, Maitane Chueca que dominó a la canadiense Tracy Uqhart.
La cordobesa María Dolores Jiménez Guardeño, también conquistó la victoria en la carrera femenina de medio maratón.
El Maratón del Sahara ha superado en esta novena edición sus records de participación, con más de 500 corredores de más de 20 nacionalidades. Esta prueba se organiza para recordar al mundo que el pueblo saharaui sigue injustamente exiliado de su tierra y olvidado por las instituciones internacionales y para recaudar fondos para proyectos de ayuda humanitaria en los campamentos.

1 comentario:

  1. ...O SE TRIUNFA O SE MUERE

    Durante estos días he estado en otro mundo. He vuelto al otro mundo, a los campamentos de refugiados saharauis. Y he regresado a Occidente, limpio, nuevo y sin prisas. Porque mi mundo, con una cerveza, sigue siendo mejor.
    Durante estos días he estado en otra Marathon, esta vez en el Sáhara, esta vez inacabada. Pero he caminado, he caminado y mucho. He dejado mi huella en el desierto.
    Y me dispongo a relatar todo eso: Mi Marathon, nuestra Lucha y vuestra Victoria. Espero que esto ocurra pronto. Ojalá que Alá nos guíe y nos proteja. La orilla del Atlántico nos espera.

    Una marathon es una prueba atlética que combina resistencia, empeño, sacrificio y euforia.
    Cuenta la historia que en el año 490 a.C. un soldado griego llamado Filípides corrió unos 40 km desde Marathon hacía Atenas para anunciar la victoria, tras una batalla épica, sobre el ejército persa. Instantes después este soldado murió de fatiga. No sé cuánto de leyenda y cuánto de realidad hay en esta gesta. Pero me gusta y quería transmitirlo. Es un cuento precioso.
    Sería precioso que algún día camináramos desde el refugio en Argelia hasta los territorios ilegalmente ocupados por Marruecos.
    Tenemos que devolverle al ejército marroquí su cruenta Marcha Verde, más bien Marcha Roja, si se tiene en cuenta la sangre que derramó en su huida el pueblo saharaui. Y que sigue derramando. Tenemos que hacer el camino de vuelta, de regreso a casa. Y derribar el vergonzoso muro que les separa de su tierra. Lo derribaremos a porrazos, a golpes de Libertad.

    La distancia en una Marathon es de 42 km y 195 m y data de los Juegos Olímpicos de 1908. Son los kilómetros que hay entre Windsor y el estadio londinense White City. Ese día, ese año, la reina de Inglaterra tuvo un deseo, ver la final de la prueba frente al palco presidencial. Consecuencia de ese capricho se añadió a la carrera esos 195 metros que se corren actualmente.
    Otros deseos de la realeza han tenido peores repercusiones. A finales de 1975, Juan Carlos I, al que apodaban "el breve" tuvo un capricho, perpetuarse en la corona española. Su homólogo marroquí, Hassan II tuvo otro capricho, anexionarse el Sáhara Occidental. Por culpa de este engreimiento, consentido por la ONU, los saharauis se vieron traicionados y abandonados por uno e invadidos y torturados por el otro.
    La marathon, no es caprichosa, es noble, es una prueba humilde, tantos kms la alejan de influencias mediáticas. Cuando juega tu equipo de fútbol, o gana o pierde. En una marathon ganamos todos.

    A la marathon solidaria en el desierto se llega desde avión. Muchos kms separan el Sáhara Marathon de mi mundo. Y tantas otras cosas le separan.
    Cuando llegas a Barajas, rumbo al otro mundo, unos guardianes de Occidente disfrazados de gente corriente te recuerdan que en este mundo tú no eres bienvenido. Y es que mi atuendo - camiseta rojilla Osasuna y pañuelo sobre la cabeza- se aparta de protocolos y convencionalismos. Un poco de sumisión por mi parte, un mucho de prepotencia por parte de la policía y asunto arreglado. No es la 1ª vez que ocurre. Tampoco será la última.
    Porque no quiero cambiar, no puedo cambiar. Es que no debo cambiar.
    Estoy comprometido con la revolución, me siento atado a la lucha y nada ni nadie me podrán hacer cambiar.
    En el Sáhara ocupado, algo está cambiando, el pueblo se está levantando. En las calles de El Aaiun, Dahkla o Smara las protestas contra la barbarie se suceden. La represión policial marroquí es brutal. Los golpes, las violaciones y los encarcelamientos ocurren a diario.
    Pero nadie podrá acallar las voces sedientas y melancólicas. La Intifada continúa, la lucha sigue viva.

    Cuando corres una marathon cabe la posibilidad de deshidratarte. Entonces cada paso se convierte en una agonía, las piernas no responden, el cuerpo no avanza. Piensa un instante en ese infierno, multiplicaló por mil. Aún así, no podrás hacerte una ligera idea sobre la injusticia y el abuso que inunda al Sáhara.
    La inhóspita hamada argelina está siempre deshidratada. Poca lluvia es bien recibida, crece la hierba y pastan las cabras. Mucha lluvia es otra cosa, convertiría las casas de adobe en puro barro.

    Con poca agua, mucha azúcar y calentado sobre carbón se prepara el té. Se toman tres, uno amargo, otro dulce y el último suave. Como la vida, como el amor, como la muerte. El ritual del té puede durar horas y se ameniza con buenas charlas. Y los saharauis son grandes conversadores.
    En nuestra tierra, el té está en bolsitas, se mete en el microondas y se engulle rápido. Las conversaciones hace décadas que dieron paso a la pantalla tonta.

    Los menores saharauis son muy cariñosos. De visita cultural por una madraza, los estudiantes te reciben con estas letras: Que canten los niños que alcen la voz /que hagan al mundo escuchar... Hermosa canción para un hermanamiento. A cambio de un par de libros te llevas un puñado de sabiduría y toneladas de ilusión.
    En países conSumistas, el cariño se mide por kilos. ¿Cuánto engordó el tuyo?, se preguntan las madres de acogida de los niños saharauis. La compasión por el enfermo, la pena por el desnutrido nos impulsa a actuar. Y de qué mala manera. Esa actitud es misericordiosa, invita a limosna. Y eso no dignifica. La mano que recibe siempre está por debajo de la que da. No existe verdadera solidaridad si no hay conciencia de cambio ni compromiso político. Aunque parezca utopía debemos seguir caminando, paso a paso, por la libertad.

    El pueblo saharaui se ha forjado en el desierto, es de tradición beduina. Lleva siglos caminando. Guiado por nubes, sol y estrellas. Y tiene la planta del pie adaptada a esos destinos diarios .
    En 1960, el etíope Bikila corrió y ganó una marathon completamente descalzo en los juegos olímpicos de Roma. Crueldades del destino, años más tarde sufrió un accidente de tráfico y quedó postrado en silla de ruedas.

    Estamos en los instantes finales de la carrera. Toda tu película te ha pasado por la cabeza.
    En el último tramo la arena es rocosa, pero no raspa. El sol calienta, pero no quema. El viento del siroco viene en contra, pero no frena. Porque una marathon, que se corre por una causa noble y justa, no duele.
    Porque son los últimos kms, llegando a meta. Y abres las alas . Y sientes que flotas. Flotas arrastrado, amarrado, transportado, hechizado, extenuado y jaleado, en aras de esa victoria.

    Me dijo una vez un aventuro argentino, guerrillero y socialudo, que en una revolución, si es verdadera, se triunfa o se muere. No le faltaba razón, estaba en lo cierto.
    En una marathon, si es auténtica, o se triunfa o se muere.

    JO TA KE!

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